No ha sido creado el hombre para hacer el mal, ni siquiera
para permitirlo. La prueba es que el hombre, todo hombre y mujer, sienten y
experimentan deseos con buenas intenciones y defienden la verdad. Luego, hay
una contradicción, ¿por qué hacen el mal?
El mundo se convierte en una lucha bipolar: el bien y el
mal. No existen otras confrontaciones. Todo estriba en hacer el bien o el mal.
O dicho de otra forma, el amor y el pecado. Porque quien ama busca el bien del
amado. Y quien ama el mundo busca el bien del mundo. Sólo lo puede odiar aquel
que busca destruirlo y convertirlo en un lugar de luchas y muertes.
Queda claro que el
hombre se siente inclinado a actuar mal. Su naturaleza, aunque desea el bien se
siente atraída por el mal. A eso se añaden sus egoísmos y soberbias. Dicho de
otra forma, sus pecados. Limpiarse de ellos es la esperanza de quedar libre y
poder realizar lo que queremos, el bien. Y Jesús ha venido a perdonarnos esos
nuestros pecados y a sacarnos de la esclavitud.