Jesús es el gran Tesoro de nuestra vida, porque en Él están
nuestras soluciones y respuestas a todos los interrogantes que nuestra
existencia nos plantea. Pero no puede quedarse con nosotros, porque también
tiene que llegar a los demás. Ha venido para salvar a todos los hombres que
crean en Él.
Nos enseña que debemos estar dispuestos a compartir y a
solidarizarnos con los demás. Le buscamos principalmente para solucionar
nuestros problemas, pero, quizás nos olvidamos de los demás. El diablo también
nos tienta y, molesto por la presencia del Señor, quiere inquietarnos y
desestabilizarnos.
Y lo logra en la medida que nos desesperamos por nuestra impaciencia, por nuestras incomodidades y pereza en la oración y contemplación. Nos incómoda las Eucaristías y tantas cosas más que nos experimentamos cansados y con ganas de apartarnos. Remedio, tranquilizarnos y confiar en el Señor. El nos quitará la fiebre que nos pone tibios.
Y lo logra en la medida que nos desesperamos por nuestra impaciencia, por nuestras incomodidades y pereza en la oración y contemplación. Nos incómoda las Eucaristías y tantas cosas más que nos experimentamos cansados y con ganas de apartarnos. Remedio, tranquilizarnos y confiar en el Señor. El nos quitará la fiebre que nos pone tibios.