Cuando hablamos de «camino de cruz», estamos
aceptando las cruces que se nos presentan en nuestro camino. Seguir a Jesús
conlleva eso, cruces en forma de resistencia, de renuncias, de problemas, de
enfermedades y de tropiezos con todos aquellos que se resisten a vivir en la
verdad.
Madre, gracias por aceptarme como hijo, y por
prestarte a ser la Madre de todos los hombres y mujeres. Gracias por ser la
primera discípula de tu Hijo, nuestro Señor, y por, tomados de tu mano,
enseñarnos el Camino, la Verdad y la Vida acerca de tu Hijo. Gracias Madre por
ser la Madre.
Y nos preguntamos. ¿Cómo podemos probar nuestro amor
a Jesús? La respuesta es sencilla y clara: Siendo fiel a su Palabra, y
perseverando en hacer su Voluntad. Y eso nos complica la vida con aquellos que
la rechazan, entorpecen nuestro seguimiento e incluso nos amenazan con peligro
de muerte. Sin embargo, sabemos y creemos que en Él está nuestro descanso y
esperanza.
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