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domingo, 30 de abril de 2017

Recuerdo que una persona amiga me decía, siempre que llegaba alguien desconocido para él, ¿quién es este? Y, dependiendo de su carta de presentación eran aceptadas mejor o peor sus palabras. Todos tenemos, más o menos, experiencia de este tipo.

El Evangelio de hoy nos retrata esa estampa típica en nuestra vida. Jesús pasa por ese filtro de los de su pueblo y ambiente. Es cacheado y examinado, y su origen y Curriculum no alcanza el aprobado. Es, al parecer, un simple carpintero, hijo de carpintero. E hija de María, la que vive entre nosotros. Pobre, sencilla y humilde.

¿Quién es, pues, éste? ¿De dónde le viene esa sabiduría? Es fácil comprender ese adagio y profecía que el mismo Jesús dice: «Un profeta sólo en su patria y en su casa carece de prestigio». De alguna manera todos lo hemos experimentado en nuestras propias carnes. Nuestras palabras son siempre mejor acogidas fuera de nuestro pueblo.

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