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miércoles, 2 de diciembre de 2020

 

A Jesús no le interesa nuestras virtudes ni todo lo que hagamos bien. Él busca nuestras debilidades, nuestras enfermedades, nuestras carencias Y no solo físicas, sino psíquicas, anímicas…etc. Busca saciar nuestra hambre y sed, pero del buen alimento que da Vida Eterna.

El ser humano siempre busca saciarse más, pero no encuentra nunca satisfacer su hambre y sed. Jesús viene a mostrarnos con esa multiplicación de los panes y los peces su Poder de saciar nuestra hambre y apagar nuestra sed. En Él encontramos nuestra salvación.

Pero, quizás nuestro camino terrenal nos exige experimentar esa necesidad de hambre y sed para abrirnos a su búsqueda y experimentarnos pequeños y humildes. Y, sobre todo, confiar que Jesús, el Señor, tiene Poder para satisfacernos con esa felicidad que colma plenamente nuestra sed y hambre de felicidad.

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