El mundo es la prueba de nuestra fe. Prueba difícil de superar al ir remando contra corriente. Para ello, para resistir, necesitamos la asistencia del Espíritu Santo y su presencia en el día a día de nuestro vivir. Quedarnos solos y confiar en nuestras fuerzas es entregarnos al demonio.
No se trata solo de las seducciones y tentaciones, sino también de nuestras apetencias y debilidades que nos someten a la voluntad del mundo y de su príncipe – Satanás - alejándonos de la Voluntad de nuestro Padre Dios y de su Amor Misericordioso, sino también de nuestra indiferencia al camina asido de la mano de nuestro Padre Dios.
Solo la Palabra, consagrada en la Verdad, nos dará la fortaleza y la perseverancia para resistir y avanzar unidos al Señor. Porque, no somos, de ni para este mundo, sino para Dios. De Él venimos y a Él iremos. ¡Bendito sea Dios!
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