Aquella pobre viuda jamás pensó que se iba a hablar tanto de ella y que iba a ser tomada – su pequeña aportación – como un gran testimonio. Y nada menos que advertido y proclamado por Jesús, el único que ve lo grande – aunque pequeño – escondido en nuestro corazón.
Por eso, todo es hermoso y grande ante los ojos de nuestro Padre Dios. Porque, no importa su magnitud ni su importancia, sino la cantidad de amor que tú vuelques en esa grande o pequeña obra por alguien que la necesite. Dios, que es tu público lo ve.
Así que tratemos de dar lo mejor que tengamos, sea grande, pequeño o insignificante. Porque, sólo nuestro Padre Dios sabe valorarlo y darle el gran sacrificio y valor que ha supuesto para nosotros. Y, para Él, lo que verdaderamente importa es el gesto de tu amor.
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