Sucede que no queremos arriesgar en la búsqueda de lo que realmente deseamos. Decidimos quedarnos instalados en la pasividad de nuestras comodidades y seguridades. Mejor elegir lo que tenemos delante y olvidarnos de desiertos y búsquedas inseguras.
Queremos una felicidad rápida, sin molestias ni riesgos, y menos con incomodidades e inseguridades. No aceptamos el bautismo que Juan nos propone ni el desierto interior de silencio y arrepentimiento que Juan nos propone. Por lo tanto, rechazamos la palabra de Juan.
Nuestra actitud cerrada y negativa impide que la Palabra de Dios, que Juan el Bautista proclama y a la que nos invita, aceptando un bautismo de conversión, se frustre y no llegue a nuestros corazones dándonos la salvación que deseamos y buscamos. No impidamos la acción del Espíritu Santo y dejemos que entre en nuestros corazones.
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