La cuestión es
darnos cuenta y tomar conciencia de que estamos aquí no para morir, sino para
vivir eternamente en plena felicidad. Esa es la propuesta que nos trae Jesús de
parte de su Padre. Estamos invitados a vivir y a amarnos eternamente felices.
Madre, eres
ejemplo de confianza, de seguimiento, de perseverancia y de fe en tu Hijo, mi
Señor y Dios mío. Enséñame también a mí, tu hijo, a seguir la estela de ese
Dios Padre, que te eligió Madre de su Hijo, y también te hizo Madre nuestra.
Ahora, Dios, tu Padre, ha dejado en tus manos esa elección. Si no fuese así no hubiese hecho falta ni su encarnación, como hombre, ni tampoco la cruz. Pero, al crearnos libres y, en consecuencia, responsables, seremos nosotros los que tengamos que elegir seguirle y creer en su Palabra, o, por el contrario, negarle y rechazarle. La cuestión es elegir ser feliz eternamente o infeliz eternamente. Tú decides.
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