Si nos diésemos cuenta de que creemos en la palabra
de muchos que, siendo hombres como nosotros, no tienen la fuerza ni la
autoridad de la Palabra con la que nos habló Jesús, todo sería diferente en
nuestra vida. Porque, la Palabra de Jesús es Palabra de Vida Eterna.
Me amas, Señor, de manera incondicional. No me
obligas, simplemente me propones. Sabes que el hombre, tu criatura, busca la
verdad, el bien y la felicidad. Y esa es tu propuesta. Esperas pacientemente a
que me dé cuenta de que tu Gloria es mi bien. Solo, Señor, que, el mundo,
demonio y carne me seducen y me tienen ciego. ¡Libérame, Señor de esa ceguera!
Es cierto que la Palabra de Jesús nos invita a
cambiar de rumbo en el camino de nuestra vida. Pero es un nuevo camino que, en
la medida que lo recorremos, experimentamos esperanza y gozo de una nueva vida
que se prolonga en la eternidad. Vida de plenitud eterna que colma todas
nuestras ansias de felicidad.
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