No es cosa de
aquello tiempos, se da en la actualidad y se ha dado siempre. El hombre,
egoísta, tiende a poner en prioridad sus intereses personales, poder, riqueza y
bienes ante que el bien de las personas. Observamos que es el pan de cada día.
Señor, mi camino
tiene altibajos, a veces buenos, a veces malos, a veces de desfallecimientos,
de dudas y tormentas. Sé, Señor, que Tú estás ahí, y aunque no te vea ni me dé
cuenta, me acompañas y me proteges. A pesar de mis caídas, tengo confianza,
agarrado a Ti, en levantarme y seguir el camino.
Y es que el corazón del hombre está manchado por el pecado. Un pecado que limpiamos con el bautismo, pero que después, al igual que los endemoniados gadarenos, el hombre es seducido por el Maligno y vuelve al pecado. De ahí la necesidad de acercarnos al Señor y perseverar en su compañía y misericordia. Él nos libra de la esclavitud del pecado.
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