Nuestras esperanzas están puestas en Jesús, el Hijo de Dios, que, enviado por el Padre, ha venido a liberarnos de las ataduras del pecado. Por tanto, Él nos puede sacar de este atolladero si nos abrimos a su Gracia y respondemos a su llamada. Por tanto, en Él están nuestras esperanzas.
Confiamos en ti, Señor, y nos ponemos de tu parte. Para ello, te abrimos nuestro corazón y nuestra disponibilidad, dejada en tus Manos, para que nos guíes según tu Voluntad. Sabemos que la lucha es ardua, pero contigo tenemos garantía de éxito y en esa esperanza nos ponemos en tus Manos.
Sabemos que el camino está lleno de cruces escondidas en tentaciones, apetencias, seducciones, placeres, comodidades, egoísmos…etc. Pero, a tu lado y contigo, Señor, todo es diferente. Tú lo has vencido en el desierto y ahora, a tu lado, también nosotros le venceremos.
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