Se puede especular, pedir pruebas y signos que después, de, incluso presenciarlos tu vida no responde y se mantiene igual. Eso quedó muy claro en aquella parábola del rico epulón – Lc 16, 19-31 -.
Jesús no deja dudas, actúa en verdad y su Palabra es Palabra de Vida Eterna. Su Resurrección despeja toda duda y, así y todo, muchos le rechazan. En el Evangelio de mañana nos lo dirá claramente que no creemos en su Palabra ni tampoco en sus obras.
Mejor, pregúntate por qué no crees, pues, dentro de ti vive esa chispa interior que te mueve a buscar esa Vida Eterna que tanto deseas y por la que luchas. Esa felicidad que quizás te convence, la que te ofrece este mundo, nunca te dará esa felicidad que tú realmente buscas.
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