Un puñal, según la profecía de Simeón, atravesó su corazón, pero, ella, María, supo soportarlo y asumirlo apoyada en su fe, en su esperanza, en su confianza en la Palabra de Dios. Supo sostenerse como Madre fiel hasta el último momento. Y, con su vida, nos alumbró el camino.
Hay momentos que la oscuridad se hace en nuestras vidas y, levantando la mirada al cielo imploramos la compañía y la intersección de nuestra Madre. Ella está siempre disponible y dispuesta a consolarnos y a darnos esa fe y esperanza que nos sostenga siempre en el camino.
María, Madre de la Iglesia, danos tu cobijo en esos momentos oscuros de nuestras vidas e infúndenos fortaleza, sabiduría y paz para, soportando las inclemencias de nuestros pecados y flaquezas podamos sostenernos en el camino y seguir el camino que nos lleva a tu Hijo. Amén
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