Nos hemos hecho una composición de quién tiene que venir a liberarnos. Lo pensamos fuerte, con poder para someter a quienes nos opriman. No podemos imaginar que quien se presente como el Mesías esperado sea débil, pobre, humilde y se presente de forma insignificante y desapercibida.
Rápidamente nos viene al pensamiento: « ¿No es éste Jesús, hijo de José, cuyo padre y madre conocemos? ¿Cómo puede decir ahora: He bajado del cielo?». No nos cabe en la cabeza que uno de los nuestros, y además conocido, se proclame ahora el Pan bajado del cielo.
Y hoy sigue sucediendo lo mismo. Muchos rechazan a Jesús como el Mesías enviado y el que nos viene a salvar. Ni siquiera su Muerte y Resurrección les convence. Nos falta la fe. Pidamos ese don y creamos que en Él está nuestra salvación.
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