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jueves, 16 de septiembre de 2021

 

Nos ocurre que, dentro de nuestro corazón, también guardamos un ropero de trajes de apariencias. Escondemos lo que somos o pensamos para mostrar lo que realmente no somos. Eso fue lo que le pasó a aquel fariseo que había invitado a Jesús a comer a su casa.

El conocía los pecados de aquella mujer y había dejado el traje de sus pecados escondido en el ropero de su corazón. Sin embargo, cuando descubrimos la verdad tratamos de despojarnos de todo aquello que ocultaba nuestro verdadero rostro y pensamiento. Y nos mostramos como somos.

Fue lo que realmente hizo aquella mujer pecadora. Se mostró y se descubrió tal como era y, arrepentida lloró sus pecados agradecida por la Misericordia que le ofrecía Jesús. La experiencia del perdón nos libera, nos llena de paz y nos hace una persona nueva

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