Jesús lo deja muy claro en el Evangelio. Su Palabra no da lugar a duda y, en la parábola del buen samaritano refleja quien es nuestro prójimo y cuál es nuestro primer compromiso. Porque, sin lugar a duda, amar es un compromiso.
Y si ese compromiso no nos lleva a descubrir la necesidad de nuestro prójimo, algo falla en nuestro amor. No podrás justificarte en tu amor a un Dios que no ves, cuando pasas inadvertida ante ti las carencias y necesidades del que está a tu lado.
Dicho está en la Ley: «Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con toda tu mente; y a tu prójimo como a ti mismo». Díjole entonces: «Bien has respondido. Haz eso y vivirás». Y hoy, también nos lo dice a nosotros.
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