Es necesario padecer la cruz que nos toca en nuestra vida para, en ella, volcar y dar todo nuestro amor de que somos capaces. El resultado ha sido visionado en el Tabor. Jesús adelanta su Victoria y Resurrección, para que nos animemos.
También nosotros, si somos fieles a nuestra cruz resucitaremos con y por los méritos de Jesús, nuestro Señor. La Transfiguración es un adelanto de esa resurrección prometida y visionada a Pedro, Santiago y Juan. Es una palmadita en la espada que nos invita a seguir el camino con la esperanza en la Resurrección y Gloria.
Los apóstoles, al parecer, no lo entendieron en ese momento del Tabor, sino después cuando llegó el momento de la Resurrección. Hoy, nosotros, a través de la Santa Madre Iglesia, lo entendemos mejor y, esperanzado en la Misericordia Infinita de Dios, caminamos con la mirada puesta en esa gloriosa y bienaventurada resurrección.
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