Desde la hora de
nuestro bautismo somo enviados a anunciar la Buena Noticia. Para esa misión
recibimos el Espíritu Santo. El mismo Espíritu que recibió Jesús en el Jordán y
que le acompañó en su Vida por este mundo. También estará con nosotros toda
nuestra vida.
Quiero, Señor,
entregarte toda mi vida y mi ser, para que puestas en tus manos, Tú, mi Señor,
me transformes y hagas de mí, que viva y sienta según tu Voluntad. Dame esa
fortaleza, sabiduría y paz para dejar que tu Espíritu, Señor, guíe mi vida.
Dependerá de cada
uno dejar que el Espíritu Santo actúe dentro de él. Al bautizarnos lo hemos
recibido. Ahora, ¿le abrimos la puerta de nuestro corazón, o se la cerramos?
Porque, una cosa debemos tener muy clara, sin la acción del Espíritu Santo no
podremos anunciar la Buena Noticia. Sólo con Él seremos capaces de anunciar y
dar frutos.
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