Todo es cuestión
de fe. Crees o no crees. Y no se trata de creer a lo loco o con los ojos
cerrados. Hay razones, hechos, fundamentos, esperanzas, testimonios y, sobre todo,
su Palabra, muerte y Resurrección. Y su Amor misericordioso que nos perdona y
salva.
Confieso, Señor,
que saber que Tú estás a mi lado; conocer y experimentar tu Misericordia y
encontrar a cada instante fortaleza en tu Amor, me llenan de esperanza para,
tras la caída, volver a levantarme y seguir el camino que Tú, mi Dios, me
señalas.
Apenas, sin darte
cuenta empiezas a experimentar gozo y alegría al identificarte con esa Palabra
que viene de Dios. Una Palabra con la que experimentas paz, serenidad, gozo, Y
con la que también encuentras sentido a las tormentas, luchas, sacrificios y tempestades
que asolan a tu vida. Tal fue la experiencia de esa mujer.
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