No hay otro camino sino el señalado por
nuestro Señor Jesús. Precisamente, Él es el Camino, la Verdad y la Vida, y sólo
mirándonos y viviendo según Él podemos estar en sintonía con el Espíritu Santo
y alcanzar su amor y misericordia.
Por mucha luz que ponga en mi vida, Señor, si
no viene de Ti la oscuridad terminará por hacerse en mi vida. Por eso, Señor,
te ruego que sea tu Luz la que alumbre mi vida y me guíe por el camino que
lleva a un encuentro contigo. Amén.
La receta, por decirlo de alguna manera, es
amar. Y el amor implica y exige humildad y mansedumbre. Eso significa abajarse,
empequeñecerse hasta el extremos de servir con gratuidad a los verdaderamente
necesitados y carentes de, no sólo bienes materiales sino también espirituales.
Se trata también de abrir y suavizar corazones cerrados y endurecidos.
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