Nuestro camino está
marcado por la acción del Espíritu Santo. Él nos asistirá, como a los
discípulos, para que descubramos los signos de la presencia del Señor en el día
a día de nuestro vivir cotidiano. Pero, eso sí, tendremos que estar abierto a
la acción del Espíritu.
En muchas ocasiones me doy cuenta, Señor, que el
camino está escondido en el amor. Un amor comprensivo, suave, humilde, paciente
y bueno. Pero, también experimento la dureza de la exigencia de amar. Por eso,
Señor, te pido que me enseñes a amar como Tú me amas.
No es mérito nuestro. Todo es obra y gracia del Espíritu Santo. Para eso ha bajado a nosotros en la hora de nuestro bautismo – de ahí su gran importancia – pero dependerá de que le dejemos actuar abriéndole la puerta de nuestro corazón. Él nos guiará, nos fortalecerá, nos llenará de sabiduría, de amor y misericordia para que vivamos según la Palabra de Dios.
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