Toda persona es digna de ser bien tratada. Y
a todos nos gusta recibir ese buen trato y respeto, independiente de sus
privilegios y riquezas, simplemente por dignidad. Sin embargo, la lógica humana
no lo entiende así y prima el servicio según el poder.
Ven, Espíritu Santo, y prende fuego en mi
corazón de búsqueda y de deseo de encontrarme con el Señor. Enciende la llama
de la fe y de la perseverancia para que no cese de tratar de conocer al Señor y
vivir los días de mi vida unido a Él.
Sin embargo, la actitud de Jesús es la opuesta, se da en servicio a los demás de manera gratuita y sin condiciones. Nos ama, y por amor nos sirve sin condiciones. Todo lo que somos y tenemos nos ha sido dado gratuitamente, y cada día de nuestra existencia es un regalo de nuestro Padre Dios. De la misma manera debemos actuar nosotros con los demás. Para eso necesitamos primero amar.
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