No es cuestión tanto
de entender, que de creer y confiar. Es cierto que la fe tiene mucho de razón,
pero es, sobre todo, confianza. Experimentas que toda Palabra de Dios es buena,
tiene sentido, responde a tus interrogantes y te llena de esperanza. Por tanto,
crees y confía.
Señor, cierra mi
oídos a toda murmuración, guarda mi lengua de toda maledicencia, que solo
permanezca en mí aquellos pensamientos buenos, que no hable mal de nadie y,
sobre todo, Sagrado Corazón de Jesús, que sepa permanecer en silencio antes de
murmurar o hablar mal de alguien.
El ejemplo y testimonio de María y José nos transmite confianza y fe. Se fían de la Palabra de Dios, y aceptan su plan. Tanto María como José tiene esa llamada al plan que Dios ha pensado para ellos, y, tanto el uno como el otro, dan su consentimiento, aceptan, confiados, aún sin entender muchas cosas, la Palabra de Dios.
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