No es cuestión de
dar, sino de poner todo lo que hemos recibido, cualidades, bienes y talentos en
función de hacer la vida, sobre todo de los más pobres y excluidos, digna de
ser vivida como personas hijas de un mismo Padre Dios.
En muchos momentos
de mi vida me quedo sin horizontes, sin esperanzas y sumido en una tristeza que
me abate y me pierde. Sin embargo, Señor, cuando me doy cuenta de tu gran Amor
y tu Infinita Misericordia, me levanto, y como aquel hijo pródigo vuelvo al
camino de la esperanza fortalecido en tu Infinita Misericordia.
De modo que lo que consideras tuyo, y posiblemente te haya costado trabajo y esfuerzo, es de todos. Y en función de todos tendremos que tratar de administrarlo. Todo para el bien de la familia, de los compañeros de trabajo, amigos, vecinos, barrio, pueblo, ciudad …etc. Así la familia, trabajo, amigos, vecinos … serán mejor, y en consecuencia, el mundo también será mejor.
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