Es evidente que
nuestro camino es un camino de perfección. Necesitamos crecer, madurar y
perfeccionarnos. Y eso necesitará y exigirá muchos esfuerzos, errores y caídas.
Es pues imprescindible tener un corazón abierto a la contrición y a la
misericordia.
Señor, Tú sabes que
mi camino está lleno de dudas, y también debilidades. Entra en mi vida,
fortalece mi corazón, para que, a pesar de mis dudas y debilidades, me sostenga
entre tus Manos, y pueda soportar y vencer todos los peligros con el que mundo,
demonio y carne amenazan mi vida. Amén.
Un corazón dispuesto
al encuentro con Jesús, el Hijo de Dios, el Mesías enviado precisamente a eso,
a convertir nuestros endurecidos corazones por el pecado, en corazones
humildes, manso, suaves y buenos abiertos al Infinito Amor de nuestro Padre
Dios y a su Infinita Misericordia. Sólo así lograremos responder a su
misericordiosa llamada. Amén.
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