Conviene una buena reflexión para deslucidar la importancia de ordenar las prioridades en nuestros corazones. Porque, de poner nuestro punto de mira en las cosas de este mundo nos equivocamos. Aquí abajo todo es caduco y poco sirve para la eternidad.
Por tanto, todo esfuerzo para ganar aplausos, sentirte integrado en algún ambiente o grupo, conseguir bienes, casas, riquezas y poder es vano. Y es vano porque lo de aquí abajo es perecedero y nuestra felicidad aspira a la eternidad. Una felicidad eterna que duerme dentro de nosotros.
Se trata, pues, de despertarla, de centrarla y de poner la jerarquía de nuestros valores en su justo lugar. El centro de nuestra vida es Jesús y su Palabra, que nos señala el Camino, la Verdad y la Vida Eterna. Y nos equivocamos cuando anteponemos las cosas de este mundo antes que Él.
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