jueves, 19 de agosto de 2021

 

Posiblemente no hayamos leído bien esa carta de invitación. Posiblemente no nos hayamos parados a reflexionar, pausadamente y con serenidad, que implica y conlleva esa invitación. Porque, no se trata de una boda ni de un banquete cualquiera, sino de un Banquete de Vida Eterna y Plena.

Y es que el ritmo al que estamos sometidos por este mundo añadido a nuestro egoísmo y apetencias humanas nos ciegan y nos esclaviza sometiéndonos hasta el punto de mostrarnos indiferente a esa invitación que nos abre realmente la puerta de la felicidad eterna.

Pensemos que un padre no ofrece nada que piense que sea malo para sus hijos. Al contrario, tratará de dar lo mejor y lo que le hace feliz. Luego, cuanto más nuestro Padre Dios que, no solo nos ha dado la Vida sino que busca y desea darnos la felicidad eterna en plenitud.

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