¿Cuál es el mal de este mundo? Precisamente, ese egoísmo de no compartir los dones y cualidades que has recibido. De eso se trata la parábola del Sembrador. Han sido sembradas unas semillas en nuestros corazones que, muchos no dejamos crecer o nos las cultivamos como debemos.
Y claro, al no tener los cuidados necesarios, unas no pueden hundirse en la tierra; otras, sus raíces no encuentran la profundidad necesaria para agarrarse a ella y dar frutos; otras, son presa de la sequedad y poca humedad de la tierra, y otras terminan ahogadas por las zarza.
¡Por fin!, hay otras que se dejan hundir sus raíces en esa tierra buena en la que caen y dan todos esos frutos que contienen en potencia en sus semillas. Son los que, recibido los dones que les han sido dados, los ponen al servicio de los más necesitados.
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