Sucede que, en muchos casos y circunstancias, nos amparamos en estas costumbres y tradiciones para tapar otras que, sí son verdaderamente importantes. Dejamos a un lado la Ley de Dios, el amor, para acogernos a leyes humanas que eluden nuestras responsabilidades.
Leyes que distorsionan la realidad y les justifican amparándose en tradiciones sin mayor importancia para no cumplir las que sí son verdaderamente importantes, el amor y servicio al prójimo, entre ellos los más próximos, como pueden ser los padres.
Lo que realmente hay de fondo es tratar de esconder nuestra debilidad cuando realmente lo que debemos hacer es reconocerla. Porque, esa mala intención de instalarnos ahí es lo que nos lleva al pecado. Aprovechamos las tradiciones para escondernos en ellas demagógicamente, justificando y autoengañarnos en nuestro pecado
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