Nuestra pobreza es tal que no nos deja ver el
Camino, la Verdad y la Vida. Sometidos a las exigencias de nuestros egos
sedientos, nos apartamos de ese Camino que nos lleva a lo que verdaderamente
buscamos, vida eterna en plenitud.
Solo, desde un corazón sencillo, manso y
humilde, Señor, puedo reflejarte en mis actos de cada día, a fin de que los
demás puedan verte. Pero, sin tu ayuda no podré transformar mi corazón. Haz, mi
Señor, que eso sea posible.
Necesitamos estar con el Señor. Es decir,
frecuentar los sacramentos y practicar mucha oración para conocer al Señor.
Pedir la fe de poder decir como Pedro: «¿A
quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna; nosotros creemos y
sabemos que Tú eres el Santo de Dios.»
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