Descubrir a Jesús es lo más grande y bueno que puedes encontrar. Eso fue lo que les ocurrió a aquellos primeros discípulos a los que llamó Jesús. La experiencia de su encuentro les llenó de gozo y alegría y de enormes deseos de proclamarla, hasta incluso el extremo de dar sus vidas.
Posiblemente, tú y yo no lo hayamos descubierto todavía. Ese es el reto y la aventura hermosa del camino. Quizás no nos hemos acercado lo suficiente para quedar contagiados de su Gracia y de su Amor. Necesitamos acercarnos más y dejarnos embriagar por su Palabra y su Amor.
Conscientes de nuestras posibilidades y de nuestras flaquezas, pidamos al Señor que nos revista de su Amor y Fortaleza para que, fieles a su Palabra respondamos a su llamada siguiéndoles hasta el extremo de entregar plenamente nuestra vida. Amén.
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