Esa es nuestra
esperanza y la chispa que mantiene incandescente y alimenta la esperanza de
alcanzar esa promesa de gozo y felicidad eterna. Porque hemos sido creados para
ser felices eternamente y eso se hace realidad en la Palabra de Jesús, el Hijo
de Dios.
Es evidente que la
vida nos hace a veces zozobrar y que en algunos momentos experimentamos
impotencia, temor y peligros, pero tomar conciencia de que Jesús está con
nosotros y nos trae el anuncio del Amor Misericordioso del Padre nos
tranquiliza, nos serena y llena de esperanza para continuar la lucha.
Él es nuestro
Camino, nuestra Verdad y nuestra Vida. Y en Él saciamos nuestro gozo de
felicidad eterna. Pero antes tenemos que recorrer el camino de nuestra propia
vida y cargar con nuestra propia cruz. Será el recorrido de nuestra propia
pasión con la confianza puesta en la Palabra del Señor. En Él encontraremos la
fortaleza de soportar las tristezas y sufrimientos que el camino nos presenta
para alcanzar ese gozo final de la alegría eterna. ¡Alabado y glorificado sea
el Señor!
El Papa Francisco
nos habla hoy de dos de las virtudes teologales: La fe y la esperanza. Y es que
van unidas, porque la fe alimenta la esperanza de esa promesa que Jesús nos
hace y promete. Seguir y creer en Jesús es vivir en la esperanza de alcanzar
ese Reino de gozo, amor y felicidad del que Él nos habla y nos da testimonio
con su Vida, Obras y, sobre todo, Resurrección.
Por la fe creemos
en la Palabra del Señor y estamos dispuestos a cambiar de rumbo en el camino de
nuestra vida. Por la fe, que no sabemos cómo la hemos recibido - es un don de
Dios - caminamos confiados en la Palabra de Jesús. Por la fe de muchos, tal y como
nos dice el Papa Francisco y nos pone de ejemplo: Abraham, Moisés, nuestra
Madre la Virgen, nos fortalecemos también nosotros y nos animamos, confiados en
Jesús, a seguir fieles a su Palabra.
La fe alimenta la
esperanza. Y partimos de nuestra fe porque creemos en la Palabra de Jesús, el
Hijo de Dios, que nos habla de un Reino de paz, de amor y justicia para la
eternidad. Apoyados y confiados en sus Palabras y promesas, nuestra vida se
llena de esperanza y de alegría. Sobre todo cuando esa Palabra tiene verdadero
cumplimiento en la Persona de Jesús, el Hijo de Dios Vivo.