Es
sorprendente comprobar como el vínculo del amor nacido desde la fe en Xto.
Jesús nos une tan fuertemente hasta el extremo de darnos mutuamente sin
condiciones y de forma gratuita e incondicional. Un vínculo superior incluso al
de sangre.
No
podemos y, menos debemos, atrevernos a enfrentarnos a nuestra propias pasiones
y seducciones de este mundo por nuestra propia cuenta. Seremos con absoluta
certeza vencidos. Necesitamos el auxilio, la asistencia y fortaleza del
Espíritu Santo.
En muchas ocasiones tenemos un vínculo más fuerte con personas fuera de nuestros vínculos familiares que con nuestros propios familiares. Y es que el vínculo de la fe en nuestro Señor Jesús nos une fuertemente y en fraterna misericordia.
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