La arrogancia es la
enfermedad de los necios. Su arrogancia y prepotencia les cierran las puertas
de la sabiduría. Nadie es más sabio que aquel que abre su corazón humildemente
a aprender de todo el que le pueda dar la experiencia de su propia vida.
Señor, sé que mi
corazón está lleno de cosas de este mundo donde, torpemente, busco la
felicidad. Pero, por tu Gracia, Señor, también sé que solo vaciándome de todas
esas cosas caducas y finitas, podré entrar en oración contigo, gozo eterno.
Dame esa Gracia, Señor, para llenarme de Ti. Amén.
Y cerrados al conocimiento del humilde y pequeño, se empobrecen de tal manera que quedan atados y esclavizados a sus propias ideas. Algunas serán buenas y sabías, pero otras muchas serán equivocadas y erróneas. De tal forma que la puerta de su sabiduría queda cerrada al no dejar entrar el aire fresco que pueda purificar, renovar e instruir sus conocimientos arrogantes y edificados en el error.
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