La vida nos presenta muchas
opciones. También nos pone dificultades, pero tanto de una manera como otra,
nuestra misión es hacer las cosas bien y para bien de todos. ¿Por qué? Podemos
preguntarnos. Y la respuesta es bien sencilla: Porque somos semejantes a Dios.
Si Dios no puede hacer el
mal, nosotros, que somos semejantes a Él, tampoco deberíamos hacer el mal. Es
verdad que somos libres, y que también estamos tocados y heridos por el pecado,
que nos inclina al mal. Pero nuestro mayor deseo es hacer el bien. Es decir,
amar.
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