
Y, desde hoy y mañana,
esperamos expectante la noticia de su Resurrección, porque Él es el Camino, la
Verdad y la Vida. Y en esa alegría esperanzadora apoyamos nuestra vida,
aceptando y cargando con nuestra cruz. Cruz de pecados, de lucha, de renuncias,
pero, sobre todo, cruz de esperanza en el Amor y la Misericordia de Dios.
Así aguardamos con confianza
y fe la llegada de ese día, de esa noticia de escuchar que el sepulcro está
vacío porque Jesús ha subido a la derecha del Padre. Esperamos recibir su aliento
en el Espíritu Santo, quien vendrá ahora a continuar su obra evangelizadora y a
asistirnos en el camino que a cada uno de nosotros nos queda por recorrer.
Y confiado en Él le decimos: Ven Espíritu Santo, llena
los corazones de tus fieles y enciende en nosotros la llama de tu Amor. Envíanos,
Señor, tu Espíritu y nuestros corazones serán renovados. Y renovaremos la faz
de la tierra. Amén.
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