Nos engañamos cuando
basamos nuestro seguimiento a Jesús en prácticas litúrgicas, aún frecuentes o
puntuales, da lo mismo, sin aterrizar en el amor misericordioso hacia aquellos
más necesitados, distintos o marginados. Porque, sin amor nuestro seguimiento
es una farsa.
Cuando llegan los
momentos de oscuridad, debilidad y desfallecimiento, Tú, mi Señor, sigues ahí, me
sostienes en pie dándole sentido a mis oscuridades, debilidades,
desfallecimientos, y llenando toda mi vida de sentido y de esperanza. Gracias, Señor,
en Ti confío.
Es verdad que amar no es cosa fácil. Sobre todo cuando se trata de ama al enemigo, al diferente o al necesitado, pero es nuestra misión si queremos seguir al Señor. Claro está que amar no es permitir todo y dar todo, es simplemente buscar el bien, la concordia, el respeto, la libertad y que todos podamos disfrutar del bien común, teniendo lo indispensable para vivir una vida digna, libre y en paz.
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