Hay, por tanto, salvación y condenación, y todo
dependerá de la fe. Porque salvarse implica también que te puedes condenar. Y
la fe obliga, desde la libertad y el gozo, a proclamar el Mensaje de salvación.
Pero es necesario conocerla y tener la oportunidad de oírla y escucharla.
El problema empieza cuando algunos la rechazan
porque creen no hacerle falta. Y ante esa opción y libertad nada se puede
hacer. Porque la fe no se impone ni se exige, es un don libre y voluntario que
se recibe gratuitamente de la Mano de Dios.
El
resultado es que cuando nos abrimos a la fe se cumple la Palabra de Dios. No
hay otra alternativa, la Palabra echa raíces cuando el terreno le es favorable
y se deja cultivar. Porque sin la Palabra y sin siembra todo es infértil y no
produce.
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