Estaba acertado Gamaliel cuando aconsejó al Sanedrín
respecto a las predicaciones de los apóstoles. Sobre dejarlos por un tiempo.
Porque si no era cosa de Dios, todo volvería a su sitio, pero si continuaban en
el tiempo, era señal que era cosa de Dios. Y contra Dios no podrían luchar.
Y así parece que ha sido. Desde Pentecostés la Iglesia no ha
parado su marcha. Contra viento y marea ha seguido la Misión que le ha sido
encomendada por Jesús, su fundador. Y, Pedro, como cabeza visible de la jerarquía,
en la persona de los Papas que le han sucedido, sigue, auxiliado por el
Espíritu Santo, al frente de la misma.
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