Jesús es el Mesías prometido y sus paisanos que le conocen,
pues no en vano ha estado treinta años viviendo en Nazaret, les extraña esa
manifestación y, a pesar de estar asombrado y admirados de sus palabras, les
señalan como el hijo de José y sorprendidos y extrañados de su sabiduría.
Se hace difícil, Jesús se los comenta, creer en una persona
del mismo pueblo. Le exigen pruebas y que haga en su propio pueblo lo que ha
hecho en otros. Son los suyos los que más le ponen dificultades y obstáculos a
la fe.
Y Jesús les indica
que no ha venido sólo para revelar el amor de su Padre a su propio pueblo, que
ya de entrada le rechaza, sino también a los pueblos extranjeros. Tal es el
caso, se los pone de ejemplo como esa viuda de Sarepta de Sidón y a ese Sirio
Naamán.
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