Jesús, el Señor,
no nos ha ocultado nada. Nos ha dicho todo claramente y nos instruye para que
sepamos a qué atenernos y lo que nos espera. La Verdad molesta y, como le sucedió
a Él, también nos pasará a nosotros. De hecho nos está pasando, quieren
quitarnos del medio y, por eso, persiguen a la Iglesia.
Espíritu de Dios,
ven a mi corazón y enciéndelo de amor misericordioso y de fortaleza y sabiduría
para darte a conocer en mi ambiente a los demás. Que todos mis actos sean
reflejos de Ti, de tu Palabra y de tu amor misericordioso por los más débiles.
Amén.
Quienes seguimos a Jesús, el Señor, sabemos muy bien a que nos arriesgamos. Sabemos que su Palabra molesta mucho a quienes quieren vivir según sus palabras engañosas, sujetas a error, viciosas y buscando sus intereses particulares y egoístas. Y eso está a la vista de todos. Pero, también sabemos que tras la cruz viene la victoria, el gozo, la felicidad de vida eterna que el Señor, que ha vencido a la muerte y ha Resucitado, nos ha prometido.
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