A pesar de que en
muchos momentos nos experimentamos libres, no debemos perder de vista nuestra
conciencia de la esclavitud que padecemos por el pecado. Es él quien nos debilita
y nos esclaviza de nuestras propias pasiones y afanes. Solo el Señor nos
libera.
Señor, a veces me
pierdo y no sé quién soy. Tú sabes todo de mí, me has creado y sabes que debo
hacer para cumplir tu Voluntad. Dame la Gracia, la fortaleza y la voluntad de
ser lo que Tú, mi Señor, esperas de mí. Amén.
Nuestra libertad no está en nosotros ni en nuestras luchas y esfuerzo. Nuestra libertad está y nos viene del Señor, que nos ha rescatado al entregar su Vida en una muerte de Cruz, para liberarnos y rescatar nuestra dignidad de hijos de Dios perdida por el pecado, causa de todas nuestras esclavitudes.
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