No es cuestión de
proselitismo, ni de fuerza ni convencimiento. Simplemente, se trata de proponer
la respuesta a lo que todos llevamos sembrado en nuestro corazón: «Amar
como me gustaría que me amaran a mí». Esa es la Buena
Noticia, Jesús de Nazaret.
Sé que, y lo
experimento más en estos últimos tiempos, me cuesta guardar silencio, y
posiblemente meto la pata al precipitarme y encolerizarme. Enséñame, Señor, a
guardar silencio y a apoyarme en Ti. Tú eres mi fortaleza y defensa.
Y es que cuando
tratamos de responder a esa semilla sembrada en nuestro corazón, experimentamos
gozo y alegría. Porque, cuando realmente amamos, como nos gustaría ser amados,
experimentamos ese gozo y felicidad que ansiosamente buscamos muchas veces en otras
cosas que nos confunden y traicionan, porque esa felicidad que desprenden es
falsa y efímera.
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