domingo, 9 de febrero de 2025

PENSAMIENTOS EN EL SILENCIO DE LA NOCHE

La cuestión es vencernos, es decir, salir de nosotros mismos, y eso no podemos hacerlo sin la asistencia del Espíritu Santo. Por eso, viene a nosotros en la hora de nuestro bautismo, para ayudarnos a vencer la esclavitud del pecado y liberarnos de nuestras cadenas.

Mi vida me va descubriendo que todo está en tus manos, Señor. Por mucho que quiera agarrarme a la seguridad de este mundo, mi experiencia me va hablando y descubriendo que sólo en Ti, mi Señor, descansa mi seguridad, mis afanes y mis esperanzas.

Esa será nuestra lucha de cada día. Vencer nuestras pasiones; nuestros egos; nuestras debilidades; nuestra soberbia; nuestra envidia; nuestro afán de poder, de riqueza, de satisfacción, de comodidad, de … etc. Vencernos y salir de nosotros mismos para, liberados del pecado, servir a Dios amando como Él nos ama.

Simón da la clave, porque todo empieza desde que tú te reconoces pecador. Cuando eres capaz de dar ese paso, la Gracia de Dios favorece tu conversión y tu corazón, por la acción del Espíritu Santo, empieza a transformarse.

Y es que, al reconocerte pecador, también te reconoces perdonado por la Infinita Misericordia de Dios. Luego, ¿cómo yo no voy a perdonar a otros? Y nace en ti el deseo de misericordia y fraternidad. Se hace la paz, y el mundo mejora.

Por lo tanto, comprendemos la necesidad de reconocernos pecadores y, en consecuencia, limpiarnos en el Sacramento de la reconciliación. Es ahí donde empieza el camino.

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