En muchas
ocasiones pensamos que podemos ser libres, y nos olvidamos de que somos unos
pobres pecadores. ¿Acaso no lo descubrimos en los actos ordinarios de nuestra
vida de cada día? ¿Cuántas veces queremos hacer esto y hacemos lo otro, o incluso
nos sentimos impotentes?
Espíritu Santo,
llena mi vida de tu Espíritu y hazte presente en cada instante de mi vivir para
que siempre sea tu Voluntad la prioridad de mis actos y obras. Abro mi corazón
a tu Voluntad.
Si nos observamos
un poco nos damos cuenta de nuestras limitaciones. El pecado nos tiene
cautivos. Queremos actuar de una manera, pero nuestras propias sensaciones,
emociones, pasiones, nos inclinan y arrastran a hacer otras, o, en el mejor de
los casos, aparentar. Y a cada momento nos engañamos, nos auto traicionamos
justificando nuestras respuestas a nuestros propios actos.
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