Nos asusta el camino
que se nos pone por delante. Amar y perdonar, incluso al enemigo nos deja sin
defensa. ¿Cómo podemos defendernos de los agravios, ofensas y amenazas, incluso
de muerte, de los enemigos? Sin embargo, ese fue el camino que eligió Jesús,
nuestro Maestro.
Nos acompaña toda
nuestra vida y trata de seducirnos. La codicia, Señor, nos amenaza cada día, y
solo yendo de tu mano podemos vencerla y apartarla del deseo de nuestro
corazón. Líbranos, Señor, de la codicia que amenaza convertirnos en seres
injustos, malvados y mentirosos. Amén.
Y, además, ese es el camino que nos salva. El llamado camino estrecho – puerta estrecha – que nos lleva a la salvación. Sí, es verdad, realmente es un camino estrecho, incómodo y doloroso, pero en él se esconde esa felicidad y ese gozo que nace desde el amor a los demás. Y una vez que lo experimentas, el camino se te hace ligero y llevadero. De eso se encarga el Espíritu Santo.
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