Mientras tu corazón no sienta deseos de realizar lo que arde dentro de él, tu vida quedará estancada en la mediocridad o en la satisfacción de lo caduco que le ofrece este mundo. Porque, en lo profundo del corazón del hombre hay un ardiente deseo de felicidad eterna.
Señor, Tú lo
sabes, mi problema es que siempre quiero salirme con la mía. Incluso, creo que
lo que yo quiero y deseo es mejor que lo que Tú me propones. Toma, Señor, mi
corazón y hazle saber que sólo tu Voluntad es el único y verdadero camino de
salvación.
Posiblemente,
Zaqueo tenía ese ardiente deseo de felicidad. Quizás llegó a pensar que con el
dinero podía saciar ese ardiente deseo, pero, al parecer, no era esa la
experiencia que iba viviendo. Sin embargo, la Palabra que le llegaba de lo que
decían de Jesús, si daba sentido a lo que, dentro de él, experimentaba. Y eso
despertó la curiosidad por conocerle. Y, cuando se conoce a Jesús, cambia
nuestra vida.