Dios sigue llamándote e invitándote a su
Banquete, a pesar de tus rechazos, de tu ceguera y de tu ignorancia. La vida te
irá mostrando que, detrás del bienestar que persigues, no hay nada… sino vacío.
Enséñame, Espíritu Santo, a escuchar, a
medir mis palabras, a no juzgar ni murmurar. Enséñame a respetar, a saber
ponerme en el lugar de los que sufren y a entender sus debilidades y errores.
Limpia mi interior y transforma mi corazón en un corazón manso y humilde.
Es lógico pensar que los ricos no querrán aceptar la invitación donde el traje de etiqueta es la humildad y el compartir, y donde tu bienestar pueda dar alegría y plenitud humana a los marginados… Allí descubrirás que ese es el verdadero Banquete.
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