Nuestra confianza
y seguridad descansa y se apoya en el Espíritu de la Verdad. En Él nos
fortalecemos, nos transformamos y actualizamos nuestro día a día en la vivencia
de la Palabra de Dios guardándola en nuestro corazón y dándole pleno
cumplimiento.
En ti, Señor,
pongo toda mi confianza y seguridad. Sé, y confío, que estás conmigo porque
solo Tú tienes palabra de vida eterna. Y eso me sostiene, me conforta, me
fortalece y me impulsa cada día a seguir tu Camino, a creer en tu Verdad y
poner mi vida en tus manos. Amén.
En Él están puestas todas nuestras esperanzas para superar todas los obstáculos y dificultades que nos salen al paso y nos amenazan: mundo, demonio y carne, los tres grandes enemigos de nuestra alma. En el Espíritu Santo encontramos la fuerza, la seguridad, el consuelo y el ánimo para llenarnos de esperanza y seguir firmes en la fe y fidelidad al Señor.